CRÓNICAS IRRESOLUTAS (XV)


RECIPROCIDAD

“…

-Anoche acabé de construir la jaula para Teodoro –comentaba Julia a su amiga mientras se sentaban en una de las mesitas del bar al que eran asiduas-. Un café descafeinado de máquina con sacarina –pidió al camarero, que se acercó nada más verlas.

-Una cerveza –pidió, Juana-. ¿Ah, sí? –respondió, sin mucho interés.

-¿Una cerveza a estas horas? No sé cómo puedes –le recriminó-. Bueno, pues eso, ya está terminada… Dentro de la jaula puse una foto con un paisaje –sonrió Julia, volviendo al tema, mientras abría el bolso.

-¿Una foto? –se sorprendió su amiga.

-Sí, algo así como un cuadro de… ¿cómo se llama? –dudó, cerrando los ojos- ¡Ah, sí, de Magritte, de René Magritte –se acordó, mientras se pasaba las manos alrededor de la cabeza, y moviendo los dedos, como si eso ayudara a entender cómo era la fotografía-. Con unas nubes y unos sombreros así como de tipo hongo, ¿sabes? –sacó un paquete de Marlboro y encendió un cigarrillo-. ¿Quieres? –le ofreció uno a su amiga.

-Estás loca, Julia –sonrió, aceptando el cigarrillo.

-Lo hice con la mejor intención, para alegrarlo un poco –apagó el cigarrillo.

-Supongo –se extrañó Juana, al ver que su amiga no consumía el cigarrillo como siempre y lo apagaba después de haberle dado tan solo un par de caladas.

-Aunque, claro, a lo mejor quien se vuelve loco es Teodoro. Imagínate estar viendo un cuadro de Magritte toda tu vida… -dijo, mientras apoyaba las manos abiertas sobre la mesa y se acomodaba en la silla con un ligero movimiento de caderas.

-Sí, más bien –consideró Juana y se reclinó en la silla para dejar más espacio libre al camarero que traía lo que habían pedido, y pudiera servirles-. Gracias –dijo, cuando terminó de hacerlo.

-… pero más vale eso que estar viendo sólo las varillas de una jaula, ¿no te parece? –siguió hablando, Julia-. ¿Es descafeinado de máquina, verdad? –preguntó al camarero, que afirmó con la cabeza y se fue.

-Hombre, pues no sé qué es peor, yo creo que le dará igual –contestó Juana, perdiendo el poco interés que en un principio podía tener, mientras daba un primer sorbo de cerveza helada.

-… y además, siempre puedo cambiarle la foto por otra… -siguió, Julia-. ¿No crees? –encendió otro cigarrillo.

-Julia… -le dijo, con la copa en la mano.

-… o ponerle un espejo o algo así –seguía hablando la amiga, como si no escuchara a Juana.

-Julia... –insistió, otra vez, con la copa de cerveza todavía en suspenso a la altura de los labios.

-¿Qué? –preguntó, contrariada.

-No me interesa tu iguana –dejó la copa sobre la mesa.

-Perdona, es que… -apagó el cigarrillo, nerviosa.

-¿Qué te pasa?

-¿A mí?

-Sí, a ti.

-¿Qué me va a pasar? –volvió a coger otro cigarrillo del paquete.

-¿Tres en cinco minutos, y quieres hacerme creer que no pasa nada y que no tienes nada que decirme? –preguntó Juana arrastrando el cenicero hacia su amiga.

-¿Ah, yo? –miró las colillas-. Tu también has fumado –intentó justificarse.

-Sólo uno y todavía no lo he apagado –le mostró el cigarrillo entre los dedos, moviendo la mano.

-No pasa nada, Juana, de verdad –mintió.

-Sé que me estás ocultando algo.

-¿Qué te voy a ocultar?

-Venga, que te conozco.

-Que no, tonta.

-Venga…

-¡Ay, cómo eres! ¿Qué quieres que te diga?

-La verdad.

Siempre hay un punto en el que ya no sabemos si mentimos o si la conclusión a la que hemos llegado es más verdadera que nosotros mismos. Creemos que nuestra información filosófica e histórica nos salva del realismo ingenuo. Para que me entiendan, llegamos a admitir que la realidad no es lo que parece; estamos siempre dispuestos a reconocer que los sentidos nos engañan y que la inteligencia nos fabrica una visión tolerable, aunque incompleta, del mundo que nos rodea. Que quede claro: muchas veces, por no decir siempre, un amigo, un verdadero amigo, para serlo, tiene que ser realista, honesto y despiadado. Por otro lado, no es fácil aceptar la realidad del monstruo amable que es nuestro amigo, puesto que en primer lugar no hay allí ningún monstruo, pues ¿cómo va a serlo la persona que nos cuenta la verdad, que nos la echa a la cara, mientras nos ofrece amablemente un cigarrillo para hacernos callar, quedándonos con un cosquilleo en el estómago por la incógnita de lo que nos pueda decir nuestro monstruo querido? Por supuesto, las palabras sirven para tapar agujeros, unos profundos, y otros no tanto. Lo malo es que, a veces, pesan demasiado e incluso muchas veces hemos deseado que no nos taparan esos agujeros por donde podíamos escapar ante cualquier angustia o pesar, pero admitamos que un verdadero amigo, un auténtico monstruo, sólo nos quiere ayudar… ¿Qué no haríamos o inventaríamos, sólo por ver a nuestros amigos contentos?...”

-Pues vaya rollo –le dijo Dilema a su amiga Irresoluta, cerrando de golpe el libro que estaba leyendo-. ¿Salimos a dar una vuelta?

-Estoy cansada.

-¿Cansada de qué, si estás todo el día tumbada encima de la roca?

-Cansada de ti.

-No sé para qué hemos venido a la ciudad, si no nos movemos del sitio.

-Sal tú sola.

-¿Yo sola? Me aburro si salgo sola. Tengo que tener a alguien con quien hablar.

-Pues haz lo que quieras y déjame en paz.

-¡Ay, hija, cómo te pones! Yo no sé qué es lo que voy a hacer contigo.

-No tienes que hacer nada, quédate tranquila.

-No, si tranquila estoy, pero una, que solo quiere ayudar… Por cierto, ¿tú crees que para ser una verdadera amiga se tiene que ser sincera, honesta, y despiadada?

-Qué pesada estás.

-Irre, lo único que quiero es animarte. Pero, claro, si te cierras en banda…

-Estoy de mal humor.

-Es que tú siempre estás de mal humor.

-Eso, no es verdad.

-Sí que lo es. Y no es bueno que siempre estés así. Te va a pasar la vida por delante de tus narices y ni siquiera te vas a enterar.

-Gracias a ti me estoy enterando.

-¿Qué quieres decir? No me vengas con acertijos, las cosas claras y el flujo espeso, que no me gusta que me hables de ese modo, que yo siempre te hablo bien para que no te ofendas, pero tú siempre que si esto, que si lo otro… Y yo me hago la tonta, y te dejo hacer. Por respeto, porque sé comportarme como es debido, porque soy buena, que si no…

-Dilema, cállate ya.

-¿Lo ves? Cuando ves que tengo razón, me haces callar. Y eso, no, Irresoluta, eso no. Todo lo que he hecho por ti sin pedir nada a cambio, todo lo que he sufrido y que he perdido por tu culpa: mi libertad, mi vida social, mi inocencia y mi dignidad, que por ti voy todos los días a robar al mercado, para que tú comas, para que estés bien alimentada; y mira cómo me lo agradeces, haciéndome callar. Y ya estoy harta. Harta de todo… ¿Me estás escuchando, o qué?

-Qué remedio, además, si vas a robar, es porque te gusta, que a ti, si se te deja hacer…

-Estúpida.

-Venga, no te enfades. Mira, si me recompones un poco la concha, salimos a pasear por ahí.

-¡Vale! Pero no sé si podré, porque tu concha está inservible después de que te despeñaras el otro día... Vaya barrigazo que te pegaste, hija mía.

-Sí, no me lo recuerdes.

-¿Dónde está la concha?

-En la bolsa.

-¿Y dónde está la bolsa?

-Detrás de la roca.

-¿Qué roca?

-Aquella.

-¿Esta?

-No, la de al lado.

-¿Esta?

-No, al otro lado.

-¡Ah, sí! Qué tonta, si yo misma la puse aquí. Lo que yo te diga, Irre, tengo tantas cosas en la cabeza que, a veces, la pierdo. Yo no sé, no sé…

-Mas bien parece que no quisieras repararme la concha.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Te conozco.

-Pues me conoces mal.

-Ya.

-Venga, ponte.

-Así.

-Así, muy bien. No te muevas, que empiezo.

-Dilema…

-¿Ajá?

-Eres una buena amiga.

-Claro que sí. No sé qué harías sin mí.

-Eso es otra cosa, no me hagas hablar.

-Hace mucho que no me pegas.

-Desde que supe que te gustaba.

-Cómo eres…

-Dilema…

-¿Sí?

-¿Qué estabas leyendo antes, que decías que era un rollo?

-Una novela de un tal Antonio García. Un plomo. Yo no sé cómo pueden publicar una cosa así. Tanto flujo desaprovechado… Además, los nombres de las protagonistas eran muy raros: Julia y Juana. Vaya nombres, habiendo otros tan bonitos como Oscilación, Fluctuación o Perplejidad, que son mucho más normales, ¿no crees?

-Algo tendrá, ¿de qué iba?

-Trataba de la amistad. Por eso te preguntaba si tú creías que para ser una verdadera amiga se tenía que ser honesta, sincera, y despiadada.

-Ay, no sé. Honesta y sincera, sí, pero despiadada…

-Es lo que a mí me ha extrañado, pero es lo que pone en el libro.

-Pues vaya.

-Sí, vaya, no sé…

-¿Cómo va?

-Bien, no te muevas.

-Dilema…

-¿Qué?

-¿Tú siempre has sido sincera conmigo?

-Por supuesto.

-¿Nunca me has ocultado nada?

-Nunca.

-¿De verdad?

-Que sí, hija, que sí. Y deja de moverte de una vez.

-…

-…

-…

-Bueno, una vez…

-Ya me extrañaba a mí.

-…

-Ya que has empezado, termina.

-No sé si contarte.

-Si eres mi amiga, tienes que ser sincera.

-¿Y despiadada?

-Mas que nada, honesta.

-Bueno, ¿te acuerdas de Libidinoso?

-¿Libidinoso Salido?

-El mismo.

-¿Qué pasa?

-Pues iba yo, un día, paseando por el páramo, como quien no quiere la cosa, y me lo encontré. De esto hace como un año, más o menos.

-¿Y?

-Pues eso, me lo encuentro y le pregunto que adónde iba, y me dice que a tus dominios, porque quería hablar contigo.

-¿Conmigo?

-Sí, imagínate.

-Pues nunca vino.

-No te pongas nerviosa, y no te muevas, que no voy a acabar nunca de repararte la concha.

-Sigue.

-Bueno, pues me dijo que quería hablar contigo para proponerte una cosa, y claro, en el momento que me dijo eso, yo le pregunté que qué era lo que te tenía que proponerte, que me lo contara, porque yo era muy amiga tuya, y que, a lo mejor, lo podía ayudar. Y que conste que yo no quería inmiscuirme.

-¡Seguro!

-No seas cáustica, Irresoluta… El caso, es que me recosté en una roca para escucharlo cómodamente.

-¿Y qué te dijo?

-Espera, no te impacientes.

-¿Cómo quieres que no me impaciente? ¡Si Libidinoso era el jiracoleón soltero más guapo de todo el páramo!

-Pues que conste que su intención era acoplarse contigo…

-¿Qué?

-…pero yo lo disuadí.

-¿Cómo?

-Lo hice por tu bien. Lo que él quería era aparearse, nada más. No dijo nada de himeneo, nada de jiracoleoncitos, ni de formar un dominio junto a ti para toda la vida.

-Dilema, ¿qué me estás diciendo?

-No te alborotes, Irresoluta, no te alborotes, que se te caen los trozos de concha que ya te he puesto.

-¡Pero si yo lo que siempre he querido es dejar de ser virgen! ¡Me importa una mierda si hay nupcias o no!

-Vaya boca que tienes.

-¡Una mierda!

-Vaya boca…

-Bueno, ¿y qué pasó?

-Pues nada, me dijo que desde hacía tiempo te había echado el ojo, que le parecías una buena jiracoleona, y que corría el rumor por todo el páramo de que todavía eras virgen, que si esto, que si lo otro, que qué me parecía a mí, y esas cosas…

-¿Qué si esto, que si lo otro, y esas cosas? Explícate.

-Ay, tú ya sabes que cuando alguien empieza a hablar demasiado, yo me distraigo, porque lo normal es que sea yo la que hable. Que no es egoísmo, no seas malpensada… El caso es que mientras él hablaba, yo estaba más pendiente de un nido de arañas que había cerca de nosotros, que de lo que, el pobre, me estaba contando.

-¡Pobre, yo!

-No. Pobre, yo, que tuve que acoplarme con él, para que se le bajara la calentura, que yo, si hay que ayudar, soy la primera.

-Sí. Ya veo que me ayudaste mucho.

-No era un jiracoleón para ti, no te convenía.

-Pero sí para ti.

-Es que una ya está hecha a todo. Y yo, por una amiga hago lo que sea, lo creas o no.

-No, no, si te creo... ¡bastarda!

-No me insultes, que si no es por mí, los bastardos los tendrías tú, que Libidinoso no quería casarse contigo. Además, eso no es todo.

-Ah, ¿pero hay más?

-Sí, escucha y estate quieta de una vez… Pocos días después, fue cuando tú asesinaste a Problema y Conflicto, y acuérdate el revuelo que se formó en el páramo, lo que me molestó un poco, porque sólo se hablaba de ti y de tu homicidio. Y no es por afán de protagonismo, pero yo estoy acostumbrada a que se hable de mí, aunque no me gusta hacerme notar.

-¡Ya!

-Calla... Bueno, pues cuando huiste la primera vez y yo me fui a tus dominios, para cuidarlos, no para quedármelos como piensas tú, que otras cosas puedo ser, pero usurpadora, no, que no me gusta esa palabra…

-Quizás ladrona sea la palabra adecuada.

-O te callas, o no te lo cuento, que no haces más que cortarme.

-Venga, sigue.

-Si es que es verdad…

-Sigue, que me callo.

-Bueno, pues una noche, después de haber estado buscando todo el día los cuerpos de Problema y Conflicto, que por cierto, algún día me tienes que decir dónde los escondiste, me quedé rendida sobre una roca. Y cuando estaba a punto de quedarme dormida, ¿sabes quién vino a buscarte?

-¿Libidinoso?

-Ajajá. Me dijo que venía a buscarte para escaparse contigo, y yo le dije que ya habías huido, y que no sabía por dónde parabas, porque no me habías dicho nada, ¡vaya amiga!, le dije, y también, que yo había tomado posesión de tus dominios para cuidártelos mientras tanto, sobre todo por los helechos, que eran lo que más tú querías, y que no iba a permitir que se murieran…

-Sí: cuidaste muy bien de mis helechos.

-No seas sarcástica, que sabes muy bien que no tengo mano para las plantas. Hice lo que pude.

-Y más.

-Anda, calla. El caso es que me sorprendió que te quisiera tanto. Me dio un poco de envidia, porque yo, para serte sincera, mucho acople, mucho acople, pero ningún jiracoleón me ha dicho nunca de formar un hogar, fíjate tú, que estoy pensando que de lo que yo tenía fama en el páramo, era de puta.

-Pues sí.

-Shhh, estate quieta. Estoooo… después de acoplarme con él…

-No perdiste la oportunidad…

-¿Y qué le voy a hacer? Bueno, después de aparearme con Libidinoso, me dejó dicho que te dijera que, si por casualidad volvías, que te esperaba para huir juntos a otro páramo y formar una familia, que te quería y blablablá. Y yo le contesté que por supuesto que te lo diría, que te ibas a poner muy contenta, y todo eso, que confiara en mí, que era tu mejor amiga… No sé porqué se me olvido decírtelo cuando volviste, en qué estaría pensando…

-Me vuelvo al páramo ahora mismo, hija de puta.

-No puedes, insensata. Eres una fugitiva peligrosa, ¿o es que no te acuerdas?

-Me da igual. Me voy ahora mismo.

-No he terminado de arreglarte la concha.

-Pues sin concha.

-No puedes dejarme aquí, sola.

-Sí que puedo.

-Espera, soy tu amiga. He sido sincera y honesta, como tú querías.

-También has sido despiadada.

-Irresoluta…

-Un auténtico monstruo.

(continuará...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad, cuando hace cuatro días me tropecé con el tropel (no por el desorden sino por la confusión en la que me vi envuelta) de las crónicas irresolutas, (aclaro que de una forma casual me paso para comprobar que la medusa no se ha movido de su lugar asignado y compruebo con asombro que están llegando para instalarse los capítulos de las crónicas) se me pegó el culo a la silla y durante hora y media (más o menos) escuché atentamente varias cosas:
por un lado, a Irresoluta y parte de su historia, (digo parte,-que no es poco-, porque el resto se queda sin resolver como queda claro)
por otro lado, a Sorpresa y Admiración que aparecieron vestidas con sus mejores galas,
y al final, incapaz de hacer una simple -mucho menos erudita- observación, me limité tan solo a dejar constancia de mi presencia por la casualidad.
Hoy, sin embargo, se me ocurre depositar aquí, parte de la simpatía que me inspira la imagen de varios jiracoleoncitos jugando por el páramo...
aunque me quedo, sin duda, con el discurso filosófico del maestro.