SENSO / 12


A los siete días, Elea ya no era la misma. Si le soltaba la mano volaba confundiéndose con el vuelo de los misiles scout de los enemigos. Cada vez era peor y yo no sabía qué hacer para retenerla. Muchas noches salía descalza y gritaba que quería volar, que los pies le quemaban. Efectivamente, los pies de Elea ardían y como el Wendigo se elevaba en el aire con sus pies de fuego bajo la noche iluminada por las explosiones. A cada detonación su cuerpo se evidenciaba en el aire, como una diva crepuscular de pies encendidos, mientras yo lloraba amargamente.

SENSO / 11

Un día Elea comenzó a caminar como lo hacen los flamencos y al poco tiempo empezó a levitar.  Se agarraba fuertemente de mi brazo y el peso de mi cuerpo la retenía en tierra firme, como un ancla.

SENSO / 10


Tobías abrió la felicitación de cumpleaños y nuestras vidas empezaron a quebrarse. Fue el principio del fin: Elea empezó a evadirse tras la muerte de nuestro querido hijo.

SENSO / 9

-Me parece rarísimo.
-¿El qué?
-Cómo mueven las manos.
-¿Cómo las mueven?
-Como si hiciesen madejas en el aire.
-Imaginaciones tuyas.
-No, fíjate bien.

SENSO / 8

Tenía la esperanza de enderezar nuestras vidas. ¿Hubiera sido posible de no ser porque fuimos a parar al lugar equivocado?

SENSO / 7

Estábamos exhaustos. Tras varias semanas transitando por diferentes pueblos decidimos quedarnos en aquél, una pequeña y aislada aldea oculta en las montañas de la que nunca habíamos oído hablar. Apenas tenía una centena de habitantes: tres o cuatro niños horribles y muchos viejitos que pasaban la mayor parte del tiempo tomando el sol sentados en las puertas de sus deterioradas casas o en los bancos de la plaza mayor. Agotados, decidimos no seguir más.