¿Los intentos de desaparición son a su vez intentos de afirmación de mi yo?
Hacía tiempo que por mi cabeza rondaba la idea de desaparecer o por lo menos la de vivir sin ser visto. Por eso, me sorprendió que mientras caminaba solitario por la línea del horizonte que separa (o que une, depende de cómo se mire) todas las cosas, alguien me preguntara por qué quería desaparecer con la de cosas que hay (las mismas que la línea del horizonte une o separa) para ver en el mundo.
-Dígame, ¿de dónde le viene esa pasión por desaparecer?
Hice oídos sordos y continué caminando como si no fuera conmigo la cosa. Pero mi acompañante inesperado era uno de aquellos seres obstinados que no admiten la indiferencia por respuesta y volvió a preguntarme de nuevo.
-Dígame, ¿de dónde le viene esa pasión por desaparecer?
Antes de ser interrumpido por la pregunta indiscreta, paseaba ensimismado en mis pensamientos; pensaba en la manera en la que podría eclipsarme sin llamar la atención, en cómo podría pasar desapercibido, en cómo lograr ser nada, en ser un no ser... Y entonces llegó a mis oídos la pregunta.
-Dígame, ¿de dónde le viene esa pasión por desparecer?
Como he dicho, al principio hice como si no hubiese escuchado nada, tratando de pasar desapercibido, pero como mi acompañante satélite insistió en preguntarme por segunda vez, pensé que quizás mereciera una respuesta; una de esas réplicas verdaderas o reales que tanto gustan a los seres inquietos que no pueden permanecer en el silencio ni en la calma que da la soledad. Si alguien hace la misma pregunta dos veces es porque le debe interesar mucho lo que puedan contestarle (lo que no quiere decir que aprovechen la respuesta para su propio beneficio). Además, la pregunta tenía mucho que ver con lo que yo estaba pensando en esos momentos: mi desaparición. Yo leo mi propio pensamiento inconsciente. ¿Era mi anónimo acompañante de esos que leen el pensamiento de las otras personas? No lo sé, pero de todas maneras, lo intrigante, ahora que lo escribo me doy cuenta, no es si el aparecido (pronto sabrán porqué digo aparecido) leía o no el pensamiento de las personas; lo que realmente debería llamar la atención es por qué le interesaba saber el motivo de querer desintegrarme en la nada... Iba a contestarle que la razón de querer desaparecer o de al menos vivir sin ser visto (cosa que evidentemente no conseguía debido a su pregunta inesperada; o sea, que si me preguntaba era porque me veía y no estaba yo desaparecido) era Robert Walser, el escritor suizo que tuvo la maestría de desaparecer tan elegantemente, tanto en persona como en sus escritos, y que murió durante unos de sus interminables (es un decir) paseos sobre la nieve de Herisau... Pero no le contesté, más que nada porque cuando me disponía a hacerlo no había nadie a mi lado, no había acompañante alguno (por eso dije antes lo de fantasma. No, perdón, lo de aparecido). Pero después de unos segundos de perplejidad, ese nadie volvió a preguntarme desde la nada.
-¿Quiere decir que usted quiere ser como el doctor Pasavento?
-Exacto –contesté, no sé muy bien a quién-, soy como el doctor Pynchon.
-¿El doctor Pynchon?
-Sí, el doctor Ingravallo.
-Muy bien, siga caminando por la alameda del fin del mundo –me dijo el aparecido (extraño nombre para alguien desaparecido)-. Vaya, vaya usted, que allí todo es fácil y se sentirá bien consigo siempre.
-Es que no me interesa la realidad, sino la verdad.
-Le entiendo, le entiendo.
-¿Cómo ha hecho usted para desaparecer y ser un aparecido? –le pregunté, dándome cuenta en seguida de lo absurdo de la cuestión.
-Cuando se sigue la verdad, la realidad deja de existir.
¡Qué buena respuesta! Me quedé sin decir nada durante un tiempo, pensando en lo que me había dicho. Después, muy nervioso, me atreví a preguntar.
-¿Es usted el espíritu de Robert Walser?
Pero no hubo respuesta. Supuse que el invisible aparecido se había ido, que había desaparecido todavía más en la nada en la que yo ansiaba esfumarme. Volví a quedarme solo, tal y como seguramente había estado todo el rato. Fue entonces cuando pensé que si de verdad quería desaparecer, debía ir más allá...
04 de mayo de 2007
Doctor Pasavento
Herisau (Suiza)
Respetado Enrique Vila-Matas:
Atentamente,
alguien que dice ser Andrés Pasavento.
07 de mayo de 2007
Doctor Pynchon
Herisau (Suiza)
Admirado Enrique Vila-Matas:
Como Doctor Pasavento no he obtenido resultados positivos para mi desaparición. Como nadie en este mundo, quiero ser nadie; como nadie en este mundo, usted bien sabe. Por eso me atrevo a escribirle de nuevo y explicarle el motivo de la usurpación de otro de los nombres de uno de los personajes de su novela Doctor Pasavento, aunque no hace falta que se lo diga, pues quién mejor que usted para saberlo. Como ve, sigo en Herisau (Suiza), esperando, como puede imaginar, mi pronta y esperada desaparición. Quiero convertirme en un hombre sin biografía, en alguien fuera de todo. Usted estuvo a punto de conseguirlo si no hubiera sido porque dejó escrita su experiencia. Escrita y publicada en la colección de Narrativas hispánicas de la editorial Anagrama, como usted muy bien sabe. ¿Cree usted que el mismo hecho de haber nacido me impedirá desaparecer del todo? Yo no lo creo así, pues ya hemos estado desaparecidos anteriormente; me explico: al nacer, traspasamos el reposo y la calma eternos anteriores a nuestro nacimiento. ¿No lo ve usted así? Siempre se puede volver al pasado. Quizás nacer y morir sea lo mismo, quién sabe. Como dijo Carlo Levi en su prólogo a la traducción italiana de La vida y las opiniones del caballero Tristam Shandy de Laurence Sterne: Tristam Shandy no quiere nacer porque no quiere morir. Pero el caso es que nosotros, usted y yo, hemos nacido, y esto hace más difícil nuestra desaparición (y aún más la suya, que ha publicado).
Le saluda,
alguien que dice ser Thomas Pynchon y que días atrás fue el Doctor Pasavento.
PD: no trate de averiguar quién soy y déjeme ser nadie o al menos intentarlo. Para su tranquilidad, le diré que no soy Antonio Lobo Antunes; para usted, soy de los que se dan por desaparecidos.
10 de mayo de 2007
Doctor Ingravallo
Herisau (Suiza)
Respetado Enrique Vila-Matas:
Como diría su querido Walser, me gustaría ser capaz de vivir sin que nadie se acuerde, ni remotamente, de que existo. Usted sabe que existo, pero por lo menos no sabe quien soy, aunque ahora me haga llamar Doctor Ingravallo, igual que otro de los personajes de su novela Doctor Pasavento, culpable de que usted nunca pueda desaparecer, como ya le he dicho en alguna ocasión, si no recuerdo mal; pero así es el horror de la gloria literaria: la publicación, que cierra todas las puertas para pasar inadvertido... Como ve, no puedo desaparecer del todo; ni como Andrés Pasavento, ni como Thomas Pynchon. Por eso me permito obsequiarme con otro de los nombres de su imaginación: así no tengo que pensar. No debe plantearse la cuestión de si soy o no el Doctor Ingravallo, más que nada porque ya sabe que no puedo serlo en la realidad; pero si se lo plantea como una verdad y no como una realidad, le puedo asegurar que soy Ingravallo, como el que más. Como dice el Doctor Pynchon, el doble pensamiento es una forma de disciplina mental que acaba resultándonos muy sintética y útil si somos capaces de creer dos verdades contradictorias al mismo tiempo. Yo soy capaz, ¿usted lo es?
Cordialmente,
quien dice ser Ingravallo, antes Thomas Pynchon, y antes de Pynchon Doctor Pasavento.
PD: no soy Álvaro Pombo, créame; más bien podría decirse que soy de los que escriben para enloquecer y no para publicar.
¿20 de mayo de 2007? (No sé que día es, ni me importa; ni siquiera sé si existe)
Nadie
Desde el horizonte que une y separa las cosas (bellas)
Recordado yo, que una vez fui:
Tras largos paseos por los caminos nevados de Herisau y algún que otro intento de desaparición; tras haber escrito (creo que a lápiz, pero no estoy seguro; o más bien no está seguro quién escribe, pues ya no existe) unos cuantos microgramas en los que he podido conseguir la ocultación del autor, he logrado, por fin, desaparecer. Alguien que no soy yo, pero que bien pudiera serlo, pues estoy totalmente de acuerdo con la descripción, diría que son papelillos de la soledad. Tú (si existes todavía, yo ya no soy tú; eres aquel que fui) sabes que no escribo por el simple hecho de escribir o de publicar, sino para estar egoístamente solo. De todas maneras, quiero dejar constancia (¿a ti, a mí mismo, a nadie?) de cómo ha sido mi eclipse, por si alguna vez quieres, o quiero yo, o quiere alguien, volver atrás, al pasado, al lugar de los no desaparecidos, al mundo real, que no verdadero...