REPTILIA


1. Anormalia tremebundi

Habrá una vez un fallo primigenio e incuestionable que se llamará Obduilio. Ya antes de nacer sus padres lo intuían. Reptilia Habitualia le rezaba todas las noches a Él. Perdóname, decía, perdónanos por dejar que Otilio y yo nos dejáramos llevar por la pasión. Dame el derecho de ser madre, pero no así, reclamaba Reptilia bajo la gran fotografía del Creador. No permitas que esté embarazada, suplicaba. Habían hecho el amor como lo hacían antiguamente, como animales. Lo había leído y había visto fotos de la época. Se dejó llevar. Se dejaron llevar entre risas. El caso es que lo pasaron bien y eso a Reptilia le parecía pecado… Cuando salieron del ascensor en el piso trescientos, a Reptilia le sudaban las manos. Se lo hizo notar su compañero, que le preguntó si estaba nerviosa. Ella estaba embarazada y no se había sometido a la terapia génica por la que tuviera que estarlo. No te preocupes, le dijo Otilio Cincel, todo saldrá bien. Reptilia se arrepentía de haber estado hurgando en los archivos de la biblioteca en donde trabajaba. Fue así como descubrió el motivo por el cual ahora le sudaban las manos. Fue allí, fuera de las horas de trabajo, en donde Reptilia se embruteció y vio aquellas fotografías antiguas bajo aquella tenue luz amarillenta del departamento de archivos, en soledad, asombrada. Y se dejó llevar, te lo juro, rezaba, me dejé llevar, yo no sabía… Otilio, dijo Reptilia a su compañero cuando estaban a punto de entrar en la consulta del doctor Cordelio,…vayámonos. Él también estaba nervioso, sabía que habían hecho algo prohibido. No es que estuviera expresamente prohibido en alguna ley del Código, pero lo cierto es que crían que no tenían que haber hecho el amor como dos animales. Pero Otilio también lo pasó bien y no se arrepentía de nada. Reptilia, le contestó él apretándole, aún más, la mano sudada para darle ánimos, ya es tarde para dar marcha atrás, atengámonos a las consecuencias. Estoy mareada, dijo ella. Tranquila, Reptilia, tranquila, le dijo él. ¿Y dicen que han perdido los formularios de las visitas anteriores? Yo no recuerdo que hayan venido por aquí ninguna otra vez, amenazó el doctor Cordelio Delirio a la pareja. Reptilia se sintió perdida, a punto de llorar, pero Otilio supo defenderse: somos de otro lugar, hace poco que vivimos aquí, en Bracleona, y con el traslado los hemos perdido. Ya, dijo el doctor y Reptilia se desmayó. En veinte años que llevo ejerciendo la profesión, a ninguna de mis pacientes le ha pasado esto, dijo el viejo Cordelio, ¿debo pensar que…? No, dijo Otilio, mientras intentaba reanimar a su compañera, ayúdeme…, ayúdenos. Yo estoy dispuesto a ayudarlos, pero si han desobedecido alguna norma, y yo creo que sí, deberán atenerse a las consecuencias, dijo el doctor Cordelio, mientras ayudaba a Otilio a poner a Reptilia sobre una camilla. Bajo una gran fotografía del Creador, Reptilia iba recobrando el sentido. ¿Qué ha pasado?, preguntó, asustada, al despertar. Lo que ha pasado es típico de un embarazo no génico, dijo el doctor, un embarazo “normal” no tiene ningún efecto secundario, señorita. Lo hicimos sin pensar, lloraba Reptilia. Sí, lo hicimos sin pensar, repitió Otilio. Bueno, no es cosa mía, a ver señorita… ¿señorita?, preguntó el doctor Cordelio. Reptilia, dijo ella. Reptilia Habitualia, confirmó Otilio. Muy bien, señorita Habitualia, dijo el doctor mientras cogía una barrita plana de metal, abra la boca y diga tiquismiquis. Reptilia abrió la boca todo lo que pudo y llegó a decir algo así como hac, y después se puso a llorar. No puedo, no puedo decir tiquismiquis con la boca abierta, decía desconsolada. No te apures, todo se arreglará, le dijo Otilio intentando calmarla y se dirigió al doctor Cordelio, ¿es grave, doctor?, que respondió: no, no es grave, le dijo, veremos lo que se puede hacer…, y no llore usted señorita Habitualia, que todo se arreglará. ¿Usted cree?, sollozó Reptilia, ¿cree usted que saldrá negro, doctor? Él, dijo Cordelio señalando la fotografía del Creador, no lo permitiría; recuerde que estamos hechos a su imagen y semejanza, señorita Habitualia. Y ahora, cierre la boca y diga Alabama. Reptilia cerró la boca y se esforzó todo lo que pudo para decir Alabama, pero sólo llegó a decir algo así como mmmm, y se puso a llorar de nuevo. Otilio abandonó a Reptilia dos días después y jamás volvió a verla.

2. Desigualio & disímilo

Obduilio nació blanco, pero sin piernas, después de un parto difícil para Reptilia, que rezó todas las noches hasta el día en que dio a luz, ante la imagen del Padre desgastada por los rayos de luz que incidían de tres a cuatro de la tarde los días soleados sobre ella y que a través de la ventana de su habitación se filtraban. Cualquier cosa, le pedía, cualquier cosa antes de que nazca negro. Por eso, cuando el pequeño Obduilio nació y lo vio blanco, como todos, a imagen y semejanza de Él, se sintió aliviada, aunque no tuviera piernas. Gracias, pensó, gracias por darme lo que no merezco. Reptilia le estaría eternamente agradecida por no haberle castigado su osadía. Obduilio no se sintió diferente. No. No, hasta que empezó a “andar” con los brazos. Lo hacía con total destreza, pero se sentía distinto a los demás, que tenían un par de extremidades más. Cuando iba por la calle, los demás lo miraban, condescendientes. Sólo su amiga Sutilia, que vivía al lado, lo trataba con normalidad, pero quizás fuera muy pequeña para comprender y asimilar la hipocresía de la gente. Por eso la doña Habitualia dejaba que ella se acercara a su hijo, pues él también era pequeño y no comprendía ciertas cosas. Por ahora, está bien así, pensaba, es mejor que siga sin comprender ciertas cosas. Las cosas que la atormentaban secretamente. Reptilia sabía que no era sincera toda aquella bondad que los demás mostraban hacia su hijo, pero prefería eso al rechazo y respondía amable a cualquier gesto. Pobrecito, decían mientras le acariciaban la cabeza. Sí, respondía Reptilia, tuve un embarazo normal. O, Él lo tiene presente, decían mirando al cielo, para Él, todos somos iguales, sentenciaban, y Reptilia asentía misericordiosa, lo sé, lo sé… Pero lo que más irritaba la doña Habitualia era cuando decían, algo hay que hacer. Aquella frase la dejaba bloqueada, no sabía qué contestar. ¿Qué era lo que había que hacer, pensaba Reptilia? ¿Qué es lo que hay que hacer?, le preguntó Obduilio a su madre un día, camino de la consulta del doctor Cordelio, que se había hecho cargo de la salud de Obduilio desde el día en que nació. No sé, mi amor, le respondió ella, pero no te preocupes por eso. Mira, ya hemos llegado, dijo Reptilia a Obduilio cuando llegaron al piso trescientos en el que tenía la consulta el doctor Cordelio Delirio. Después de la visita podrás jugar con tu amiga Sutilia, y recuerda que lo primero que tienes que decirle al doctor es que ya puedes decir mi mamá me mima sin juntar los labios, pórtate bien, ¿eh? Pero Obduilio seguía pensando en qué era lo que había que hacer. Se lo preguntaría a su amiga Sutilia, pensó, quizás ella lo supiera. ¡Cuánto tiempo, doña Habitualia! A ver, Obduilio, dijo el doctor Cordelio, di al revés Lola lee a la lela Lula e hila el hilo lila de Lalo y Loli. Pero en vez de responder lo esperado, Obduilio miró la imagen del Creador colgada en una de las paredes de la consulta y dijo: dígame doctor, ¿por qué yo no estoy hecho a imagen y semejanza de Él? El doctor Cordelio miró a Reptilia sin saber qué responder y ésta se puso a llorar. Es ella, decía, es ella que le llena la cabeza de maldades, lloraba Reptilia refiriéndose a la amiga de su hijo. Vamos, vamos, señora Habitualia, cálmese, le dijo el doctor antes de que ella se desplomara.

3. E pasan anualia

No me quieres, le decía Obduilio a su amiga Sutilia. Sí que te quiero, le respondía ella. Me estás mintiendo, decía él. Eres tú el que no me quiere, se quejaba Sutilia. Te quiero como el desierto quiere al agua, se defendía él. Y yo, como el carbón quiere al fuego, decía ella. Demuéstramelo, la retaba Obduilio. ¿Cómo?, preguntaba ella, a punto de llorar ¿A qué jugáis?, preguntaba Reptilia cuando abría la puerta de la habitación de su hijo Obduilio. Y así siempre, un día tras otro: no me quieres, le decía Obduilio a su amiga Sutilia. Sí que te quiero, le respondía ella. Me estás mintiendo, decía él. Eres tú el que no me quiere, se quejaba Sutilia. Te quiero como la nube quiere al viento, se defendía él. Y yo, como la marea quiere a la luna, decía ella. Demuéstramelo, la retaba Obduilio. ¿Cómo?, preguntaba ella, a punto de llorar ¿A qué jugáis?, preguntaba Reptilia cuando abría la puerta de la habitación de su hijo Obduilio. Y así siempre, una semana tras otra: no me quieres, le decía Obduilio a su amiga Sutilia. Sí que te quiero, le respondía ella. Me estás mintiendo, decía él. Eres tú el que no me quiere, se quejaba Sutilia. Te quiero como el dolor quiere al bálsamo, se defendía él. Y yo, como el tiempo quiere a las horas, decía ella. Demuéstramelo, la retaba Obduilio. ¿Cómo?, preguntaba ella, a punto de llorar ¿A qué jugáis?, preguntaba Reptilia cuando abría la puerta de la habitación de su hijo Obduilio. Y así siempre, un mes tras otro: no me quieres, le decía Obduilio a su amiga Sutilia. Sí que te quiero, le respondía ella. Me estás mintiendo, decía él. Eres tú el que no me quiere, se quejaba Sutilia. Te quiero como la abeja quiere a la flor, se defendía él. Y yo, como la melancolía quiere a los recuerdos, decía ella. Demuéstramelo, la retaba Obduilio. ¿Cómo?, preguntaba ella, a punto de llorar ¿A qué jugáis?, preguntaba Reptilia cuando abría la puerta de la habitación de su hijo Obduilio. Y así siempre, un año tras otro, hasta que un día, Reptilia le dijo a la amiga de su hijo: demuéstraselo, Sutilia, demuéstraselo…

4. Bondalia y quereres

Si quieres que te crea y quieres a Obduilio de verdad, ya sabes lo que tienes que hacer, le dijo Reptilia a la amiga de su hijo. Para que veas que te quiero y siempre te querré, fue lo que le dijo Sutilia a Obduilio al día siguiente, cuando el doctor Cordelio le cortó las piernas. ¿Cómo ha podido hacerle una cosa así a Sutilia?, fue lo que preguntó Obduilio al doctor Cordelio, que no le respondió. Voy a crear una ONG para discapacitados, se dijo a sí misma Reptilia, ahora que mi hijo no es único en el mundo. Soy tan buena, pensó Sutilia, pero más buena es Reptilia por querer ayudar a los discapacitados. ¿Una ONG?, preguntó el doctor Cordelio, ¡qué interesante!, aunque hay pocos a quien ayudar. Por el momento, dijo Reptilia a Cordelio. Por el momento, dijo Cordelio a Reptilia, guiñándole un ojo. ¿Tú me quieres?, pregunto Sutilia a Obduilio. ¡Hay tantas cosas que hacer en este mundo perfecto!, pensó Reptilia. Nada de usted, le dijo un día Cordelio a Reptilia, tratémonos de tú. Socio, le dijo un día Reptilia a Cordelio. Socia, le contestó él, ruborizado. Una rampa por aquí, otra por allá, pensaba Reptilia. Hace dos días que no me traes a nadie para cortarle las piernas, le dijo un jueves el doctor Cordelio a Reptilia. No es tan fácil, contestó ella. Dime la verdad, Obduilio, ¿tú me quieres?, volvió a preguntar Sutilia. Hoy a muerto uno en la operación, hay que esconder el cuerpo, se quejó el doctor Cordelio. Escaleras mecánicas y cintas transportadoras, pidió Reptilia. No me quieres, decía Sutilia. No me caben más piernas en el congelador, se quejaba Cordelio. Ascensores telepáticos, pensó Reptilia. Hoy llueve y estoy triste, dijo Sutilia con la frente pegada al cristal de la ventana, mientras pensaba en Obduilio. Cásate conmigo, le dijo un día el doctor Cordelio a Reptilia. Sí, quiero, dijo ella dos días después. No me quiere, pensaba Sutilia, mientras mantenía el equilibrio en lo alto de un acantilado embestida por el fuerte viento. Casas adosadas de una sola planta, ordenó Reptilia. Y un crematorio, sugirió el doctor. Y un crematorio, confirmó Reptilia. No me quieres, se quejó Sutilia. Bracleona, Sede Mundial del Discapacitado Medio, propuso Reptilia, y se lo aceptaron. No me quiere, dijo Sutilia con el último pétalo arrancado de una margarita, en los dedos de su mano temblorosa. Cordelio, Reptilia, Sutilia. Cordelio, Reptilia, Sutilia. Simposios, masajes terapéuticos, no me quiere. Asambleas, uniesquíes, no me quiere. Misiones, congresos, reuniones. Nada de ONG; OG, sin la “N”, que pague el gobierno. No me quiere, no me ama, no me hace caso. Cámaras, parlamentos, diputaciones, ayuntamientos. Cuenta bancaria para las bondadosas donaciones de nuestra concienciada sociedad (desgravan en las declaraciones de bienes e inmuebles anuales). Sería capaz de cortarme los brazos para demostrarte que te quiero. Senados, dietas, estipendios, honorarios, jornadas, diputaciones. Obligatoriedad en las aportaciones a la causa (no desgravan). No me quiere, no me quiere, no me quiere, no me quiere… Conferencias, concilios, tertulias, cenáculos, círculos, generalidades, comisiones, juntas, organismos, representaciones, consejos, auditorios, viajes, embajadas. Pásese por nuestra consulta y sus piernas le serán sesgadas sin dolor, recuerde que ahora, es usted el discapacitado. Sutilia llora al lado de una copa de vino. Toma un último sorbo y coge el sacacorchos con el que ha abierto la botella. Ha bebido mucho, y piensa que Obduilio no la quiere. Mira el tirabuzón que sostiene en la mano. Ante la imagen del Creador, reza: perdóname, tú que has hecho tanto por nosotros y que todo te debemos, dame la paz. Sutilia se clava el descorchador en el pecho y deja de llorar. Su corazón sale con el torniquete cuando ella misma tira de la palanca y cierra los ojos y muere pensando en Obduilio. Pobre Sutilia, dijo el doctor Cordelio en el funeral. Era rara, dijo Reptilia, y además, nunca supo demostrarle a mi hijo que lo quería, y eso demuestra que no lo amaba tanto. Es verdad, dijo el doctor. Voy a llorar un poco, dijo Reptilia, que es lo que toca. Pero no te desmayes, que eres propensa, le advirtió Cordelio. Es que soy tan buena, que todo me afecta, no tengo la culpa, se defendió ella, ¿dónde está Obduilio? ¡Obduilio, Obduilio!, gritaba Reptilia ¡Ah, estás aquí! ¿Tú no lloras, mi amor? Deberías… Cordelio y yo hemos pensado que te vamos a implantar unas piernas, ¿o se dice injertar?, bueno, que más da, ¿no estás contento? Por lo menos podrías llorar de felicidad, qué van a pensar los demás, ¿qué me oyes?... ¡Basta!, gritó Obduilio. ¡Basta!, volvió a gritar. ¡Basta, basta, basta!, dijo, y se golpeó el pecho con los puños cerrados.

5. Tripanosoma espantualia

Reptilia paseaba sola por las calles de Bracleona. El implante de Obduilio había sido todo un éxito y ella estaba contenta, pero Obduilio seguía sintiéndose diferente a los demás. Ahora que tiene piernas, pensaba Reptilia, no está contento. Dice que los demás no las tienen y que le parece una ironía. ¡Qué estupidez! Debería darme las gracias por todo lo que he hecho por él. Además, yo también tengo piernas. Y Cordelio. No debería sentirse diferente. La verdad es que ahora comprendo cuando los demás me decían que algo había que hacer. ¡Pues ya lo hice! Y ha sido todo un éxito, pensaba Reptilia mientras observaba a todos los demás ir de un lado para otro sobre las cintas y escaleras mecánicas Reptilia S.A. diseminadas a lo largo y ancho de toda la ciudad, convirtiéndola en un enorme y monstruoso organismo metálico del que ella estaba muy orgullosa… Obduilio es un desagradecido, pensaba. ¿De qué me sirven las piernas si toda Bracleona está saturada de cintas transportadoras?, me dice, ¡qué ingrato! Esto me pasa por ser buena. Reptilia se detuvo bajo la sombra de los imponentes pináculos de La Sagralia Famélica, su preferida para rezar. Rezar un poco, nunca viene mal, pensó, y entró. Buscó un banco para sentarse, pero no encontró ninguno. Los habían quitado, pues ya no hacían falta: todos rezaban en el suelo como siniestros tentempiés. ¡Qué contrariedad!, pensó Reptilia, malhumorada. Bueno, rezaré de pie, qué le voy a hacer. Reptilia avanzó hacia el altar sorteando los cuerpos que se encontraba a su paso. Perdón, se disculpaba, perdón, ¡qué fastidio!, pensaba, perdón, perdón, siguió diciendo en voz baja a los que se cruzaban en su camino. Bueno, ya está, dijo, aliviada, cuando llego frente a la imagen del Padre. Gracias, Padre, por todo lo que me has dado, empezó a orar Reptilia. A ti, que de tus genes venimos y tanto te debemos, te suplico que las cosas se queden como están y que la desgracia no entre en mi vida, ni en la de los demás. No permitas que nos pase lo que a los humanos hace tantos años, que su Dios Jehová les dio la espalda, y todos quedaron dormidos por la virulenta expansión de la mosca Tsetsé, que ni siquiera pudieron terminar esta catedral tan bonita y la tuvimos que acabar nosotros. No hagas tú lo mismo si algún mal nos viene, te lo pido, por favor. Mantén este equilibrio que gracias a ti hemos conseguido y que yo ayudo a proteger de la mejor manera que puedo. No me hagas mala, te pido, que la cordura no vuele de mi cabeza para poder seguir haciendo el bien. Te lo suplico, Floquetdeneu, amén. Ay, qué bien que me hace rezar, pensó Reptilia, que a gusto se queda una, se dijo a sí misma, secándose una lágrima. Bueno, tengo que irme, que se me hace tarde para seguir haciendo el bien por ahí. Cuando Reptilia llegó a la puerta después de sortear varios cuerpos, se encontró con otro que le cerraba la salida. Aparta, dijo, empujándole con el pie. Algo hay que hacer, pensó. Cuando estuvo fuera y sin saber muy bien por qué, Reptilia cerró los puños y se golpeó el pecho repetidamente, como un macho dominante, y no como un gorila hembra, que es lo que era. Sintió el mundo a sus pies y lloró de felicidad. En fin, susurró satisfecha, qué le voy a hacer.

74 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pasa, desde que esta original aventura comenzó en el palacio del señor Straw: llego, me bebo de un zorbo el texto...y presiento que se me han quedado varios cabos sueltos. Vuelvo a releer despacio, y cuando acabo me quedo pensativa y sin una sola palabra. Descolocada del todo y encantada a la vez.
Eres genial...
(aunque eso no necesitas oírlo, es algo que sobradamente sabes)

Pd (Sutilia, me ha partido un poco el alma, lo admito.)

pon dijo...

Menos mal que madre no hay más que una, gorila o humana. Juuuuuuerrrrr.........

Strawberry Roan dijo...

brokemac: había colgado esta historia por ti. Sabía que no ibas a ver la final de la eurocopa y he pensado que podrías entrar y leerla... Y así ha sido!!! ¿Tendremos alguna conexión extraña?

pon: menos mal que sólo hay una madre, si hubiera dos o más, no sé si podría soportarlo...

Aprovecho para decir que esta semana voy a entrar poco al blog, pues me voy a Zaragoza (no por la Expo, sino por trabajo).

Os quiero

Anónimo dijo...

Estoy convencida de que esa conexión existe, mi querido Straw, y no sólo es extraña y maravillosa sino algo que hace que me sienta inmensamente feliz.
Será que te quiero con toda mi alma...

Gracias siempre

Marga dijo...

Madre mía...,

Yo me he quedado pegada a la silla.

¿Será Reptilia el origen de todas las madres?...

A ver, déjame mirar si tengo piernas...

Uffff

Anónimo dijo...

Je je je , otra vez yo. Pero es que estaba pensando ¿qué es lo que me descoloca al leer aquí?
Y creo que tiene que ver con ese vaivén que bien podría aplicarse a otros textos anteriores (espero poder explicarme) : "Te quiero, no me quieres, me estás mintiendo, sí te quiero, demuéstramelo...", y lo repites una y otra vez con ese derroche de suavidad en el tiempo: "... y así siempre,... un día tras otro,.... una semana tras otra ,...un mes tras otro..."; vas y vienes, avanzas y retrocedes, vuelves una y otra vez a seducir con tu insistencia; yo diría que le infundes, en este caso, un cierto romanticismo al momento y que sólo tú consigues cargártelo después con la locura de la desgraciada .
(Obviamente he cerrado con llave para que la mamaíta no pueda entrar a cargarse también mis lucubraciones)
Al mezclar a tus personajes, el sentimiento creado para ellos hace que se transformen algunos en seres raros, únicos, con vida propia y con capacidad de inspirarme una extraña compasión. Lo confieso.
Esa inocencia y esa ignorancia, pero sobre todo esa necesidad del amor...

Vale, puede ser una jodida tragedia, pero...¡me encanta!
Por cierto, para la Reptolina ;) no me queda sitio, que ya he abusado mucho de tu confianza.
Besitosss

pon dijo...

Coño con el análisis de la niña!!!!!

Javier dijo...

Menudo relato, aunque como homenaje a las madres, pues como que no se que decir, aunque claro hay cada una que para qué comentar. Y es que son tan buenas, jejejeje

Arquitecturibe dijo...

De madres!!!! que bueno!
Oyeme.... que venia con el tiempo justo para ver algunos post y te lo has consumido todo!
saludos desde mi lejana galaxia señor de los caballos

Capri c'est fini dijo...

A veces nos olvidamos que somos al fin y al cabo animales, sólo algunos hechos en nuestra vida como la muerte o el parto no devuelven a la condición más animal. Interesante relato... las madres siguen siendo madres y eso es ya un motivo de alegría. Un saludo.

Anónimo dijo...

Aquí estoy, plantada como una seta delante del ordenador, tratando de dejar una "erudita observación" a tu Reptilia.
Como suele ocurrir, tus finales son como el huevo kinder, nunca sabes que vas a encontrar.
Me gustan los nombres elegidos para los personajes,les van como anillo al dedo, la "querida mamá", reptil habitual, el Sr. Cincel, tiene un hijo al que su apellido le ha cortado las piernas, el doctor Cordelio Delirio, cuerdo al principio y totalmente delirante al final por culpa de la "lagarta" de la mamá, y ambos montados en el "dolar" y los pobres Obduilio y Sutilia, sufriendo los "desmanes" de una madre que "quiere mucho a su hijo".
Yo tengo una madre como esta y la vendo en el mercadillo de mi pueblo.
Por lo demás, el fondo de la historia tiene tela que cortar, pero eso ya sería demasiado largo, en fín, "qué le voy a hacer"

Marga dijo...

Vuelve prontoooooo!!!!!!!!!!

que cada vez que entro en tu casita para ver si hay algo nuevo, me entra un yuyu de mil demonios con esta "carita tan monaaaa".

Strawwwwwwwwwwww!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Straw, tu Reptilia me mira ya con mala cara cada vez que vengo, dile algo, anda ;)

pon dijo...

Sigues en Cesar Augusta o es que Reptilia te ha adoptado??????

Anónimo dijo...

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Marga dijo...

esa reptilia se me come, fijo que se me come, cada vez me mira peor..................

Anónimo dijo...

¿Te han amputado las manos y las ideas?

Anónimo dijo...

No nos quieres, le decían las obduilias a su amigo Sutilio. Sí que os quiero, le respondía él.
Nos estás mintiendo, decían ellas.
Sois vosotras las que no me queréis, se quejaba Sutilio.
-¿Que no te queremos?, ¡joooder Sutilio que no te queremos! y estamos ya carbonizadas en el fuego, con la marea que nos llega al cuello, detenidas en el tiempo donde las horas han desaparecido y donde la melancolía por tu ausencia está a punto de hacer su aparición si no nos fulmina antes tu maléfica reptilia-
Sutilio, -decía el coro de voces esperando que nuevamente el telón volviese a subir,- por la fotografía que Cordelio tenía colgada encima de la camilla de su trabajo, demuéstranos lo mucho que nos quieres como sólo tú sabes hacerlo
Y al fondo se oyó la voz de reptilia que repetía : demuéstraselo, anda, demuéstraselo...

pon dijo...

Bueno ya basta!!!!
Manifiéstate!!!

Marga dijo...

Yo creo que está esperando que Reptilia nos mate, porque a este paso, el bicho este ha cambiado hasta la mirada...

Yo puedo dar fe, de que todavía tiene piernas y manos...

Aunque a lo mejor eran injertos Reptiliosos vayan ustedes a saber...

Joerrrrrrrrrrr

pon dijo...

Marga me estás dando muuucho miedito.......

Anónimo dijo...

Trece días ya..., ejem...¡y parece que fue ayer cuando España ganó la eurocopa! ;)

Anónimo dijo...

Ohhh, Reptilia, ahora que ya has dejado de ser la protagonista absoluta que con todos los méritos propios y parte de los ajenos has sido cuando llegaba hasta aquí con la ilusión de no verte sólo por encontrar otra ventana desde donde poder dejarme deslumbrar por los rayos cegadores venidos de otros mundos extraños,
ahora que llego y ya no te veo, que tengo que buscarte porque me he acostumbrado a tu mirada y aunque casi llego a odiarte reconozco que siempre nos recibiste con los ojos abiertos, segura de tí misma y convencida de que hacías siempre lo mejor,
ahora, cuando sé que te irás quedando atrás poco a poco y que Sutilia será apenas un recuerdo para pocos...
ahora, te digo que me voy a quedar un rato más aquí, quizá no contigo, pero sí porque aún resuena el eco de sus palabras, y ya sabes lo fácil que me resulta encariñarme con los que están en el límite de la vida

El César del Coctel dijo...

Amigo Straw... definitivamente eres especialista en relatos tan extraordinarios... me dejas con la boca abierta.... como logras invertir el mundo, las ideas, las ideologías, los pensamientos, la historia....mmmm... caramba!!!!!

Anónimo dijo...

Sigo aquí. A veces miro el sacacorchos y pienso en Sutilia...
en el último pétalo de su margarita,
en su copa de vino,
en sus lágrimas...

Anónimo dijo...

Ahora sí,
ya puedo irme Sutilia,
me llevo mis palabras,
quizá por mucho tiempo.
Aunque mi silencio seguirá aquí... cómplice de tu incomprensión.

Anónimo dijo...

...un día tras otro,
una semana tras otra,
un mes tras otro...

Anónimo dijo...

Su entrega a la pena por sí misma después de la revelación más devastadora contra
la tiranía de unos sentimientos desbocados.
No quería ver cómo se asfixiaban...
Ese estado, en el que la vida cambia su color y sonríe y se llega a sentir con tanta confianza y seguridad en si misma, es tan peligrosamente atractivo y está tan lleno de felicidad que podría renunciar a muchos años de su vida sólo por conservar tanta ilusión, pero nunca podrá demostrárselo
Sus sentimientos se ahogan sin remedio y Sutilia los ve,
no tienen ni un solo asidero a la razón y el sinsentido se los lleva
Se siente morir por dentro...
Han sido los últimos y peores zarandeos interiores donde
se enfrenta a si misma sin nada, reprochándose las palabras y temerosa por tanta oscuridad mientras la vida no se detiene. La muerte, tampoco en sentido contrario.
Ya no es suficiente, ("siempre queremos más y es cuando llega el dolor, cuando no nos vemos correspondidos y nos sentimos, no rechazados, pero sí ignorados"...
Empieza una batalla contra sí misma cuando se da cuenta que las manifestaciones de su amor vertidas al vacío y sus preguntas sin respuesta tiene que ahogarlas o convertirlas si no quiere acabar enloqueciendo. Y no sabe convertir.
Ahora se desgarra por dentro y empieza a preguntarse otra vez por qué mientras sostiene en sus manos esas fotos que ha apretado contra su pecho mil veces y que le acercan más a dios que cualquier símbolo religioso.
Le invade una melancolía extraña que empieza a ocupar un lugar cada vez más grande mientras camina hacia el acantilado, sin saber lo que hará una vez allí.

Anónimo dijo...

Noviembre...
¿qué ha pasado con noviembre?
Un mes tras otro y noviembre no es distinto, fíjate:
Julio, agosto, septiembre y octubre...
Espera,
espera un poco más, sutilia,
¿y si llegas a descubrir que él también te quiere,
aunque no le demuestres nada?

El acantilado...
ese es tu lugar donde poder gritarle al viento

Strawberry Roan dijo...

Desde que estás en el acantilado, ya no pasas por Bracleona...

Anónimo dijo...

Paso, sí que paso y a menudo aunque no deje huella.
Supiste reflejar de una extraordinaria manera en Sutilia estados tan desesperantes… (siempre pensé que su suicidio era pequeño y ocurría de la manera más increíble cuando comparaba la grandeza de su obsesión y la locura de su sentir)

Te quiero como el desierto quiere al agua,
como el carbón quiere al fuego,
como la nube quiere al viento,
como la marea quiere a la luna,
como el dolor quiere al bálsamo,
como el tiempo quiere a las horas,
como la abeja quiere a la flor,
como la melancolía quiere a los recuerdos…

Hoy, desde el acantilado, he cerrado los ojos para escuchar la música más delicada y maravillosa
capaz como ninguna de bañar con su armonía la felicidad que ahora siento por su culpa.

Anónimo dijo...

Pero la felicidad dura tan poco...
han pasado tres días y me ha bastado ver pasar de largo la belleza de un sentimiento en forma de poema con preciosas palabras para darme cuenta que estoy llorando, llorando otra vez con Sutilia "no me quiere, no me quiere..."

brokemac dijo...

Te veo en la città de las crónicas...

brokemac dijo...

El acantilado aquel desde el que se divisa el alivio a la desesperación cuando el amor ha prendido dentro una llama de locura.
Los brazos al viento por si crecen alas que me lleven más allá de la vida, a ese lugar donde nada me impida escuchar la rotura de tu silencio.

brokemac dijo...

Todo era en mí fuego y tú eras la armonía
quebrantando barreras al amanecer
y dejando al tiempo su misión de devorarnos.
Llamas que se apagan en el agua de tu ternura
cuando cierro los ojos
y sueño el tiempo detenido en la estación…
Vida mía, no me canso de inventarte,
cristalizado en mi mente necesito saberte aquí,
dárteme hasta donde me quieras,
conservar intacto tu paisaje,
amar la totalidad de ti…
Hasta donde quieras mi vida,
no hay final y nadie podrá borrar este instante que sucede para siempre.

brokemac dijo...

Demasiado tiempo AQUÍ...
Ahora me iré a LIMA.
Supongo que allí también habrá acantilados...
Adiós

Strawberry Roan dijo...

No te digo adiós, porque sé que volverás...

brokemac dijo...

Me trae la lluvia que se esparce por todas partes
llenando de indiferencia los mares
de mi conciencia donde juntas duermen
la locura y la armonía.

Decadencia de palabras sin sentido
en un mundo de colores oscuros
dormido de realidades y maltrechos sueños

Entre las medias sombras de los atardeceres
y los miedos de este juego de la vida
huyo entre las nubes cuajadas de sentimientos...
hasta ti,
siempre hasta ti, vida mía.

brokemac dijo...

¿Qué te hacía pensar que lo haría?

Strawberry Roan dijo...

Reptilia es tu cinta de Moebius

brokemac dijo...

Sutilia...
su obsesión,su estupidez,su desesperación... su manera equivocada de amar, de no poder ni tan siquiera con su vida expresar lo que siente su alma...
es el maldito espejo donde veo esos fugaces momentos de felicidad unidos a la mayor impotencia...
es esa imagen del maldito acantilado...

brokemac dijo...

Ahora, eres tú el que no vienes

brokemac dijo...

y aún así, paso de vez en cuando, no me quedo mucho tiempo, pero no olvido y hay lugares y emociones enlazadas a ellos que no me dejan a la deriva, que me recuerdan que hay huellas en las que me gusta volver a poner mis dedos, lugares en los que el viento sopla con suavidad para no despertar tu sueño...

M.C dijo...

A veces, te echo taaanto de menos que no lo soporto.

brokemac dijo...

..........
................

brokemac dijo...

No me digas nunca adiós...,
yo también sé que volveré.

Strawberry Roan dijo...

Vaya, por aquí nos encontramos, nos cruzamos, nos intuímos o presentimos, nos saludamos...

brokemac dijo...

Mi vida..., es que aquí pisé el borde de tu acantilado con Sutilia. Su locura ya no le pertenecía, me pertenecía, su desaparición en su sentir y su ceguera no eran suyos... su amor tampoco. Las rocas del borde mismo que yo pisaba (y que a veces piso) son movedizas, y el vértigo de la caída se transforma en deseo y en renuncia y en desesperación. Y vuelvo porque las embestidas del viento son las que me secan la cara y apartan las nubes de mis ojos, y son las me empujan un paso atrás hasta bajar la vista y seguir esperando un milagro; así es como a veces, como ahora, cuando nos encontramos, podría morir como ella, pero esta vez no de desesperación, sino de placer.
¿Te imaginas mi alegría de verte? :)

Strawberry Roan dijo...

¿Ves como sabes buscar dónde estoy?

brokemac dijo...

¿Nuestro acantilado entonces? :)

Hace justo tres años y un día que me partías el corazón al publicar esta historia. Me preguntabas en los comentarios si tendríamos alguna conexión extraña y yo te respondí que sí, y que era porque te quiero con toda mi alma. El tiempo no ha pasado...

Strawberry Roan dijo...

El tiempo sí ha pasado, lo que no ha pasado es el espacio...

brokemac dijo...

El espacio se ha intensificado y se han multiplicado los sentimientos, y aunque sea una ilusión, el tiempo cuando tú estás... desaparece :)

brokemac dijo...

El ruiseñor y la rosa
Oscar Wilde

-Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven estudiante-, pero no hay una solo rosa roja en todo mi jardín.
Desde su nido de la encina, oyole el ruiseñor. Miró por entre las hojas asombrado.
-¡No hay ni una rosa roja en todo mi jardín! -gritaba el estudiante.
Y sus bellos ojos se llenaron de llanto.
-¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leído cuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía y encuentro mi vida destrozada por carecer de una rosa roja.
-He aquí, por fin, el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Le he cantado todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento su historia a las estrellas, y ahora lo veo. Su cabellera es oscura como la flor del jacinto y sus labios rojos como la rosa que desea; pero la pasión lo ha puesto pálido como el marfil y el dolor ha sellado su frente.
-El príncipe da un baile mañana por la noche -murmuraba el joven estudiante-, y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja, la tendré en mis brazos, reclinará su cabeza sobre mi hombro y su mano estrechará la mía. Pero no hay rosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me hará ningún caso. No se fijará en mí para nada y se destrozará mi corazón.
-He aquí el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Sufre todo lo que yo canto: todo lo que es alegría para mí es pena para él. Realmente el amor es algo maravilloso: es más bello que las esmeraldas y más raro que los finos ópalos. Perlas y rubíes no pueden pagarlo porque no se halla expuesto en el mercado. No puede uno comprarlo al vendedor ni ponerlo en una balanza para adquirirlo a peso de oro.
-Los músicos estarán en su estrado -decía el joven estudiante-. Tocarán sus instrumentos de cuerda y mi adorada bailará a los sones del arpa y del violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y los cortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo no bailará, porque no tengo rosas rojas que darle.
Y dejándose caer en el césped, se cubría la cara con las manos y lloraba...

brokemac dijo...

-¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él, con la cola levantada.
-Si, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo un rayo de sol.
-Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita a su vecina, con una vocecilla tenue.
-Llora por una rosa roja.
-¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería!
Y la lagartija, que era algo cínica, se echo a reír con todas sus ganas.
Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso en la encina, reflexionando sobre el misterio del amor.
De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo.
Pasó por el bosque como una sombra, y como una sombra atravesó el jardín.
En el centro del prado se levantaba un hermoso rosal, y al verle, voló hacia él y se posó sobre una ramita.
-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.
Pero el rosal meneó la cabeza.
-Mis rosas son blancas -contestó-, blancas como la espuma del mar, más blancas que la nieve de la montaña. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá el te dé lo que quieres.
Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol.
-Dame una rosa roja -le gritó -, y te cantaré mis canciones más dulces.
Pero el rosal meneó la cabeza.
-Mis rosas son amarillas -respondió-, tan amarillas como los cabellos de las sirenas que se sientan sobre un tronco de árbol, más amarillas que el narciso que florece en los prados antes de que llegue el segador con la hoz. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá el te dé lo que quieres.
Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante.
-Dame una rosa roja -le gritó-, y te cantaré mis canciones más dulces.
Pero el arbusto meneó la cabeza.

brokemac dijo...

-Mis rosas son rojas -respondió-, tan rojas como las patas de las palomas, más rojas que los grandes abanicos de coral que el océano mece en sus abismos; pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas, y no tendré más rosas este año.
-No necesito más que una rosa roja -gritó el ruiseñor-, una sola rosa roja. ¿No hay ningún medio para que yo la consiga?
-Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo.
-Dímelo -contestó el ruiseñor-. No soy miedoso.
-Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía.
-La muerte es un buen precio por una rosa roja -replicó el ruiseñor-, y todo el mundo ama la vida. Es grato posarse en el bosque verdeante y mirar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro de perlas. Suave es el aroma de los nobles espinos. Dulces son las campanillas que se esconden en el valle y los brezos que cubren la colina. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre?
Entonces desplegó sus alas obscuras y emprendió el vuelo. Pasó por el jardín como una sombra y como una sombra cruzó el bosque.
El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped allí donde el ruiseñor lo dejó y las lágrimas no se habían secado aún en sus bellos ojos.
-Sé feliz -le gritó el ruiseñor-, sé feliz; tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta sea sabia; más fuerte que el poder, por fuerte que éste lo sea. Sus alas son color de fuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como la miel y su hálito es como el incienso.
El estudiante levantó los ojos del césped y prestó atención; pero no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están escritas en los libros.
Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho al ruiseñor que había construido su nido en sus ramas.
-Cántame la última canción -murmuró-. ¡Me quedaré tan triste cuando te vayas!

brokemac dijo...

Entonces el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua que ríe en una fuente argentina.
Al terminar la canción, el estudiante se levantó, sacando al mismo tiempo su cuaderno de notas y su lápiz.
"El ruiseñor -se decía paseándose por la alameda-, el ruiseñor posee una belleza innegable, ¿pero siente? Me temo que no. Después de todo, es como muchos artistas: puro estilo, exento de sinceridad. No se sacrifica por los demás. No piensa más que en la música y en el arte; como todo el mundo sabe, es egoísta. Ciertamente, no puede negarse que su garganta tiene notas bellísimas. ¿Que lástima que todo eso no tenga sentido alguno, que no persiga ningún fin práctico!"
Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncillo y se puso a pensar en su adorada.
Al poco rato se quedo dormido.
Y cuando la luna brillaba en los cielos, el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas.
Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas, y la fría luna de cristal se detuvo y estuvo escuchando toda la noche.
Cantó durante toda la noche, y las espinas penetraron cada vez más en su pecho, y la sangre de su vida fluía de su pecho.
Al principio cantó el nacimiento del amor en el corazón de un joven y de una muchacha, y sobre la rama más alta del rosal floreció una rosa maravillosa, pétalo tras pétalo, canción tras canción.
Primero era pálida como la bruma que flota sobre el río, pálida como los pies de la mañana y argentada como las alas de la aurora.
La rosa que florecía sobre la rama más alta del rosal parecía la sombra de una rosa en un espejo de plata, la sombra de la rosa en un lago.
Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.
-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
Entonces el ruiseñor se apretó más contra las espinas y su canto fluyó más sonoro, porque cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un hombre y de una virgen.
Y un delicado rubor apareció sobre los pétalos de la rosa, lo mismo que enrojece la cara de un enamorado que besa los labios de su prometida.
Pero las espinas no habían llegado aún al corazón del ruiseñor; por eso el corazón de la rosa seguía blanco: porque sólo la sangre de un ruiseñor puede colorear el corazón de una rosa.
Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretase más contra las espinas.
-Apriétate más, ruiseñorcito -le decía-, o llegará el día antes de que la rosa esté terminada.
Entonces el ruiseñor se apretó aún más contra las espinas, y las espinas tocaron su corazón y él sintió en su interior un cruel tormento de dolor.
Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porque cantaba el amor sublimado por la muerte, el amor que no termina en la tumba.
Y la rosa maravillosa enrojeció como las rosas de Bengala. Purpúreo era el color de los pétalos y purpúreo como un rubí era su corazón.
Pero la voz del ruiseñor desfalleció. Sus breves alas empezaron a batir y una nube se extendió sobre sus ojos.
Su canto se fue debilitando cada vez más. Sintió que algo se le ahogaba en la garganta.
Entonces su canto tuvo un último destello. La blanca luna le oyó y olvidándose de la aurora se detuvo en el cielo.
La rosa roja le oyó; tembló toda ella de arrobamiento y abrió sus pétalos al aire frío del alba.
El eco le condujo hacia su caverna purpúrea de las colinas, despertando de sus sueños a los rebaños dormidos.
El canto flotó entre los cañaverales del río, que llevaron su mensaje al mar.
-Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la rosa.
Pero el ruiseñor no respondió; yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas.
A medio día el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera.
-¡Qué extraña buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja! No he visto rosa semejante en toda vida. Es tan bella que estoy seguro de que debe tener en latín un nombre muy enrevesado.

brokemac dijo...

E inclinándose, la cogió.
Inmediatamente se puso el sombrero y corrió a casa del profesor, llevando en su mano la rosa.
La hija del profesor estaba sentada a la puerta. Devanaba seda azul sobre un carrete, con un perrito echado a sus pies.
-Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuanto te quiero.
Pero la joven frunció las cejas.
-Temo que esta rosa no armonice bien con mi vestido -respondió-. Además, el sobrino del chambelán me ha enviado varias joyas de verdad, y ya se sabe que las joyas cuestan más que las flores.
-¡Oh, qué ingrata eres! -dijo el estudiante lleno de cólera.
Y tiró la rosa al arroyo.
Un pesado carro la aplastó.
-¡Ingrato! -dijo la joven-. Te diré que te portas como un grosero; y después de todo, ¿qué eres? Un simple estudiante. ¡Bah! No creo que puedas tener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino del chambelán.
Y levantándose de su silla, se metió en su casa.
"¡Qué tontería es el amor! -se decía el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada; habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica."
Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro polvoriento y se puso a leer.

brokemac dijo...

¿Porqué vuelvo aquí...? La esperanza me impulsa, pero, con las lámparas apagadas... todo es oscuridad...
Aún así, cierro los ojos... imagino tu sonrisa, y el descenso se hace más suave mientras reconstruyo una esperanza nueva (que morirá cuando regrese y esté tu lámpara apagada).

brokemac dijo...

Quiero creer que los finales no existen. Que la historia continuará aunque no queden palabras. Que permanecerá ahí volando en la memoria. Y que regresarás cuando esté en silencio, cualquier tarde lluviosa, como una brisa de ensueño. Y que sonreiré en el momento en el que vuelva a sentir que la vida regresa contigo. Los finales no existen, no pueden existir si alguien no olvida la historia, esa historia que está hecha de sueños, de besos y de miradas. De amor del bueno.

Strawberry Roan dijo...

No es que los finales no existan, sino que nunca llegan a la meta, se distraen, juegan, reciben cornadas del alce...

brokemac dijo...

Querido mío: Sé lo que es el fracaso y el éxito. Sé lo que es un laberinto en la noche callada y en la otra. Sé lo que es la tristeza, el miedo y la cicatriz de la dulzura. Supongo que sé lo que es estar perdida y lo que es la soledad. Y un abrazo, sé lo que es un abrazo cuando no esperas nada y con él te reencuentras con la vida olvidada. Y sé lo que es una voz dormida que susurra como un fantasma el nombre de su dios. Sé lo que es un sueño y una caricia veloz y toda la belleza del mundo caminando a mi lado. Y sin embargo, no sé muy bien aún quien soy yo cuando me detengo en la orilla del mar y lo que oigo es el tintineo emocionante de tus palabras que me alumbran como luciérnagas y que dan luz a mi memoria, y que, como si yo fuera ese faro solitario y mojado de sal, consiguen que incluso en los peores inviernos sigua brillando...

brokemac dijo...

"No me quiere, pensaba Sutilia, mientras mantenía el equilibrio en lo alto de un acantilado embestida por el fuerte viento."

brokemac dijo...

"Sí que te quiere, le parecía oír a veces, y entonces perdía su mirada en el horizonte agudizando el oído por si el eco del milagro confirmaba la alucinación, o se apretaba los brazos al cuerpo con el fin de protegerlo hasta que amainaba el viento y de paso cerraba los ojos e imaginaba que no eran los suyos".

brokemac dijo...

...como si no existieran otras cosas.... Me hiciste pensar en otra vida...

brokemac dijo...

Cuando amaneció aquel día, me di cuenta que una revolución nueva había llegado; deseé que fuera larga, mejor infinita..., como supe también que en el camino hasta el acantilado no volvería a crecer la hierba...

brokemac dijo...

Strawberry Roan dijo...

"brokemac: había colgado esta historia por ti. Sabía que no ibas a ver la final de la eurocopa y he pensado que podrías entrar y leerla... Y así ha sido!!! ¿Tendremos alguna conexión extraña?"

29 de junio de 2008 23:04
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

brokemac dijo...

"Estoy convencida de que esa conexión existe, mi querido Straw, y no sólo es extraña y maravillosa sino algo que hace que me sienta inmensamente feliz.
Será que te quiero con toda mi alma..."

30 de junio de 2008 00:12


Han pasado cuatro años...
Se vuelve a ganar la eurocopa, te sigo queriendo con toda mi alma...

Strawberry Roan dijo...

En fin...

brokemac dijo...

“Bajo este cielo
te recuerdo.
Sobre esta hierba
te imagino.
En la orilla de este río
te sueño.
Entre el viento
te siento.
Y no te olvido
ni quiero”.

Amor mío...

brokemac dijo...

El tiempo rompe todas las medidas y como una nube de humo escurridiza sube del ayer al hoy y vuelve a disiparse; envuelve antes los recuerdos dorados y las espinas ensangrentadas en gotas de lluvia y deja pasar la luz, luego se eleva, desaparece y deja el aroma de aquellas lágrimas de loca felicidad junto a la infinita añoranza de un cálido aliento y el tacto suave de unas manos entrelazadas.
Lugares donde los sueños brotan sin permiso, donde regresas... como lo hacen las golondrinas volviendo a sus viejos nidos, como una pareja de enamorados vuelve a la montaña donde un día se detuvieron todas las nubes... de humo escurridizas, las que suben del ayer al hoy y vuelven a disiparse.

Strawberry Roan dijo...

...y vuelven a disiparse sobre las cornamentas de los alces impasibles.

brokemac dijo...

Y me viene a la memoria aquella sonrisa de felicidad al escuchar tu voz y es la misma que me visita ahora; es una sensación inspiradora y cálida, como poner la mano en el corazón y sentir mil cosas bonitas...
Benditos alces impasibles!

brokemac dijo...

Once añitos ya... Lo he vuelto a leer. Que siga esta lámpara encendida es como estar a medio camino entre el misterio y el milagro. El espíritu de la montaña duerme... pero respira.

brokemac dijo...

Ssssshhhhh... ¡Feliz 2.021 Reptilia!

brokemac dijo...

Y llegó 2.022... ¡Muy buen año para ti, mi cisne siniestro!