CUENTOS "MITÁ" FÍSICOS

¿Strawberry Roan ante la tumba
de Adolfo Bioy Casares,
en el cementerio de La Recoleta,
en Buenos Aires?

“Una historia telegráfica sobre la creación del cosmos, donde el carácter esencialmente descarnado de la sintaxis y la prosa –una prosa sincopada, pero nunca balbuciente- deja siempre entrever el abismo que separa la palabra del silencio, el trazo negro de la tinta del candor de la página intacta. Así, a través de este incesante diálogo entre lo dicho y lo no-dicho, el discurso se extiende casi hasta el infinito, como en una espiral centrífuga de las inagotables tonalidades del sonido (cuando leemos embriagados) y el color (cuando vemos lo leído). Sepan ustedes que no hay que prestar atención a lo dicho, a lo escrito, a lo expuesto. Lo que no se dice es, en definitiva, lo importante”.

El párrafo arriba reproducido, y debidamente entrecomillado y en cursiva (a mí no me pillan, señores), que extraigo de una obra señera de cuyo autor empero no recuerdo ni el apellido ni el nombre, ni falta que hace, pues vayan ustedes a saber, que no yo, viene aquí a cuento para tratar de los cuentos (perdonen por la redundancia, en este caso oportuna) que abarca el blog De Aquí a Lima de un escritor todavía en ciernes tal vez, pero sin duda ya merecedor de mi (nuestro, vuestro, suyo) verbo arrebatado y florido. En efecto.

Todo lo que sigue participa lo más posible (no siempre se puede abandonar un cangrejo cotidiano que todavía ni llega a la cincuentena, sino apoyarlo aunque prenda sus dolorosas pinzas en nuestra carne) de esa respiración de la esponja en la que continuamente entran y salen peces del recuerdo, alianzas fulminantes de tiempos y estados y materias que la seriedad, esa señora demasiado escuchada, tomada demasiado en serio, tal y como ella misma impera, consideraría inconciliables.

De ninguna manera hay que confundir esta prodigiosa obra de la que hoy hablo con pretensiones estéticas o con el virtuosismo plástico que se espera en general de las obras de arte… Pues, ¿es el señor Strawberry Roan un artista? Ojalá se me permitiera decir que sí, que lo es; pero esta colección de espléndidos cuentos que tienen ustedes ante sus ojos es, a mi parecer más que arte, mucho más que destreza en el discurrir de la belleza, mucho más que la habilidad en la hermosura, mucho más que eso que ustedes puedan estar pensando.

Alguien dirá que una cosa es mostrar un extrañamiento tal como se da o como cabe parafrasearlo literariamente y, otra muy distinta, debatirlo en un plano dialéctico como suele ocurrir en las pequeñas (cuantitativa aunque no cualitativamente) y profundas narraciones del señor Strawberry Roan.

Si de todos es sabido que hay cosas que, sin ser oro, brillan (la plata, los diamantes, el mercurio en el oscuro y profundo océano, la descarga eléctrica de un pez abisal, los dientes de mi leona cuando ríe o yo mismo en estos momentos), sepan ustedes, ¡oh lectores afortunados! que los Cuentos mitá físicos de Strawberry Roan son una de esas cosas. Brevedad, concisión, intensidad, buena prosa y originalidad son sólo algunas de sus virtudes. A veces, bien es verdad, no sabemos muy bien lo que nos cuentan, pero eso es un aspecto nimio frente al sugerente fondo de imágenes que sus palabras delatan (sí, delatan) o desocultan (sí, desocultan). A propósito: ¿quién sabe de sí mismo lo que debiera saber para sentirse conocedor de su inmensa inopia y no pecar de ignorancia? Exacto.

Luego está la variedad. Desde formas experimentales al límite de la audacia (pasando por el futurismo, el surrealismo y supinas aproximaciones apollinairianas que habrían hecho las delicias de muchos hoy triste, aunque esperanzadoramente, ausentes), hasta un costumbrismo novísimo y recreado  mediante jergas ad hoc que el autor, amén de conocer al dedillo, mete siempre donde debe. Pues vaya si es pícaro, guasón y sicalíptico nuestro Strawberry Roan ¡Y lo bien que debe de conocer a las mujeres en todas y cada una de sus profundidades! (O grietas.) Al menos en uno de sus cuentos, indudablemente uno de los mejores de la serie y cuyo título no puedo reproducir porque ya no me queda espacio, donde la GRIETA constituye una lectio sine ulla delectaione et  (estoy seguro de que ustedes me entienden) prejuicios.

Queda, quizá, una razón más agazapada del torvo silencio que envuelve la obra de Strawberry Roan; voy a hablar de ella sin pudor alguno precisamente porque las escasas críticas que conozco al respecto no han querido mencionarla, y en cambio conozco la fuerza creativa en manos de tantos fariseos de nuestras letras (la envidia, no ya de la forma, sino de la originalidad, es nuestro pan de cada día, sin que nadie se atreva a reconocerlo). Me refiero a las incorrecciones formales que abundan en su prosa y que, por contraste con la sutileza y la hondura del contenido, suscitan (o suscitarán al iniciado en su obra) al lector superficialmente refinado un movimiento de escándalo e impaciencia que casi nunca es capaz de superar. Quiero decir que hay que borrar aquellas sonrisas de los perdonavidas. El señor Strawberry Roan no las necesita. Los simples tardarán poco en darse cuenta que sólo tienen que dejarse llevar y zambullirse en lo que de manera justa no dice el autor, en lo que sutilmente traza, en el esquema sentimental apenas dibujado , que como nadie sabe transmitir. Los obcecados y estrechos de mira nunca serán contemplados. En sus cuentos, el barroquismo es tan simple como confuso es lo neoclásico.

Entre este archipiélago de cuentos que se nos ofrece, una isla emerge. Allá amanece el sentir de Strawberry Roan, y no se siente culpable de ninguna tradición directa. Las asume todas sin compromiso histórico, pues no se siente un escritor francés, ni austriaco, ni siquiera del mundo. Es un mero puñado de cultura propia a la espalda y el resto es conocimiento puro y libre. No es eslabón de ninguna cadena. No tiene que justificarse como escritor. Es como si sus carencias procedieran de una inocente libertad. Y eso es lo que muchos no le perdonan e intentan reconducirlo a una carretera repleta de stops que, invariablemente, Strawberry Roan rebasa pisando fuerte el acelerador.

Dicho lo fácil, lo que todo el mundo sabe y entiende, lo correctamente amable, atento y considerado; me permito ahora hablar de lo profundo, de lo oscuro, del aneurisma enquistado que cualquier persona interesada espera…

Lo que debiera decir, lo dejo en blanco, pues está todo dicho en los cuentos de De Aquí a Lima.

8 comentarios:

brokemac dijo...

Ya tenemos el título, la portada, el prólogo y los cuentos. ¿Se editará también en papel? :)


PD. Se me queda como un sabor a final en este principio...
Dime que no...

Moisés dijo...

Hummm, suena a elegía y eso sólo conduce a un fin... ¿la publicación es el fin? No estoy seguro.

En cualquier caso, feliz año y feliz comienzo.

Un abrazo.

Strawberry Roan dijo...

brokemac, decir no es algo muy feo, así que no te lo digo.

Strawberry Roan dijo...

Moisés, la publicación no es el fin, al menos para mí.
Veo que en estos días hemos coincidido con Bioy, lo que me parece estupendo.
Por supuesto, feliz año y feliz comienzo también para ti.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Impresionada! Absolutamente genial!

Sigue en ello.Monix

Strawberry Roan dijo...

Gracias, Mónica. Me alegro de que te guste.

A pesar de mi inconstancia, sigo en ello. Un beso

cristina dijo...

Tío, ya lo he dicho más veces.. no sé porque no publicas, en papel.
Hay que joderse..

Strawberry Roan dijo...

Hay que joderse, Cristina. A no ser que me presentes a un buen editor que se apiade de mí.